lunes, 31 de mayo de 2010

La última campaña en Terranova

En 1712 catorce veleros de Bermeo naufragaron en las costas de Terranova durante la campaña del bacalao. Al año siguiente el tratado de Utrecht prohibió a las flotas gallega y vasca pescar en los caladeros del Atlántico Norte.

– Txo, ¿por qué salen tan pegados a Matxitxako?
– Joder, Kepa, Terranova está por ahí -dijo Andoni apuntando con la mano- ¿no querrás que vayan a Francia?

– Ganan oeste aprovechando el viento de tierra -dijo “el Txo”-. Si pueden, antes de salir a alta mar costearán hasta Galicia.
Las madres y abuelas se fueron a comprar y preparar la comida después de ver partir los galeones. Las novias y las recién casadas se quedaron observando la flota hasta que el último pesquero se perdió tras el horizonte.
– Txo, ¿bajamos a pescar esta tarde?
– Yo tengo que ayudar a mi madre con la huerta -dijo Andoni.
– Aún hace frío por la tarde -dijo “el Txo”.
Un ligero sirimiri vino a subrayar las palabras del más pequeño de los tres amigos. “El Txo” se tapó con una vieja capa de pescador y se quedó en el muelle observando el efecto de las gotas de lluvia sobre el mar. Andoni y Kepa se despidieron y corrieron hacia la lonja en busca de refugio.

– Hoy vamos a pescar un chicharro, ya veréis.
Kepa señaló el pequeño cubo con cebos que llevaba en su mano.
– Mejor vamos a darnos un baño, aún hace calor. Con el atardecer vendrán los peces grandes.
“El Txo” se quitó la ropa, subió a uno de los bolardos del muelle y saltó al agua. Nadó hasta un chinchorro fondeado donde se tumbó a tomar el sol. Cuando sus dos amigos se acercaron les impidió subir a la barca golpeando sus cabezas con el pie. “No abordaréis mi barco”, gritaba. Al rato “el Txo” decidió que podían probar suerte con las cañas y volvieron al muelle a recoger sus cosas. Fueron hasta la punta del espigón y se sentaron sobre las piedras a preparar los aparejos.
Como había anunciado “El Txo”, cuando cayó el sol empezaron a acercarse los peces a los anzuelos. También aparecieron algunos viejos pescadores que preguntaron por el cebo y pronosticaron que no pescarían nada hasta la próxima pleamar. A punto de recoger las cañas, el médico llegó hasta los chicos y se dirigió a “el Txo” por su nombre:
– Edorta, a ver si pescas una buena lubina y le dices a tu madre que me invite a cenar.
– No hemos pescado nada, doctor -dijo Andoni y señaló a “el Txo”-. Edorta dice que es culpa de la marea.
– Yo, por si acaso, voy a la bodega a comprar una botella de vino.
Cuando el médico se alejó, Andoni y Kepa estallaron en carcajadas:
– Edorta, Edorta, ¿cuándo vas a pescar un buen chicharro para mí? -se burló Kepa imitando el acento remilgado del médico.
“El Txo” agachó la cabeza mientras guardaba los anzuelos y la pita en la cesta; se puso de pie de un salto, agarró a Kepa por el cuello y acercó la navaja que acababa de coger a la cara de su amigo:
– Al próximo que haga burla le corto el cuello con mi “labana”. ¿estamos?
En silencio los chicos iniciaron el regreso. Cuando pasaron por la cofradía se separaron y quedaron para ir al día siguiente a la playa.
– Txo, ¿has oído lo que dicen? Va a llegar el invierno y no han vuelto los pescadores.
– Joder, Kepa, el año pasado igual. Y el anterior. Ya llegarán, más tarde más bacalao traerán.

Una tarde lluviosa de otoño los tres amigos quedaron en el varadero. Junto a la rampa de botadura había una vieja trainera abandonada cuya popa quedaba resguardada por el voladizo del astillero. “El Txo” se sentó en el puesto del patrón. Kepa simulaba que bogaba sentado en el primer banco. Llegó Andoni y se sentó junto al remero:
– Hay unos gallegos en el bar de la cofradía. Dicen que muchos barcos han naufragado en Terranova. Cuatro goletas han perdido.
– Joder, Andoni, ¿qué nos importa a nosotros esos gallegos? Mi padre quince campañas de bacalao ha hecho. Y de ballenas. Y siempre volvió.
Federico Aguirre, el médico, se dirigió al varadero donde estaban los tres chicos. Kepa y Andoni dejaron solo a su amigo con el doctor:
– Edorta, tienes que ser fuerte y, más que nunca, obedecer a tu madre. Ahora tú eres el hombre de la familia.
– Pero usted nos seguirá visitando. A mi ama le gusta su compañía. ¿verdad, doctor?
– Edorta, yo he decidido irme de Bermeo. Imagínate, las habladurías del pueblo, tu madre viuda. Es lo mejor para vosotros, Edorta.
“El Txo” clavó su navaja con un golpe seco ascendente justo por debajo del esternón del médico. Edorta, “el Txo”, empujó el cuerpo para que no le cayera encima; el cadáver rodó por la rampa del varadero hasta las aguas negras del puerto.

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